Quiénes somos

Arquitectos de referencia en Zaragoza

En 1997 Javier Bosque Palacín y Antonio Plà Ruestes, actuales socios del estudio y miembros fundadores, deciden, tras varios años de colaboración habitual, formalizar una sociedad profesional que denominan PAU3, Promoción, Arquitectura y Urbanismo, S.L.P. Su objetivo era dotar la práctica cotidiana de la profesión de una estructura legal que permitiera ofrecer el mejor servicio a sus clientes.

 

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Una larga trayectoria

Antonio Plà obtuvo el título de arquitecto en Barcelona en el año 1980, pasando a dedicarse inmediatamente al ejercicio libre de la profesión, tanto individualmente como pasando por distintas colaboraciones con diversos profesionales de la ciudad de Zaragoza y en varias etapas. Tras un largo paso por la Administración Pública como arquitecto municipal del Ayuntamiento de Utebo, vuelve a la actividad liberal, que nunca había abandonado del todo, fundando la Sociedad de Arquitectura PAU3 con Javier Bosque.

Javier Bosque Palacín, arquitecto desde 1989 por la ETSA de Madrid, ha dedicado toda su vida a la actividad liberal de la profesión, primero desde la soledad del corredor de fondo y después, y hasta hoy, asociado con Antonio Plà desde la constitución de PAU3.

En 1997 inician conjuntamente un proceso de reflexión sobre el mal llamado “ejercicio libre de la profesión” que desemboca, en parte con el ánimo de afrontar una época de crisis especialmente dura en este sector, en una actitud de servicio al cliente en toda su amplitud.

Desde la edificación, pasando por proyectos de uso residencial, acondicionamiento de locales, etc., hasta el urbanismo en cualquiera de sus figuras de planeamiento, proyectos de reparcelación, de urbanización, pasando por estudios de viabilidad, gestión ante la Administración Pública de los diversos trámites hasta la obtención de los permisos precisos, etc., este estudio viene ofreciendo cada día lo mejor de sus conocimientos con una actitud no sólo enteramente profesional, sino de colaboración y servicio de amplio espectro.

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El reto de cada trabajo

La administración, en su ánimo de protección al administrado, valor que se le “supone”, entra en una dinámica de legislación tan compleja, exhaustiva y paranoica que consigue, en la práctica, el desánimo, impotencia y confusión de cualquier ciudadano frente a la mera intención de contruirse una vivienda, reformarla, abrir un negocio o realizar unas mínimas obras de mejora o rehabilitación (no consideramos aquí la promoción convencional con ánimo de lucro por empresas al uso y que suelen disponer de profesionales en nómina o contratados que les gestionan y agilizan sus relaciones ante la Administración).

El arquitecto no puede limitarse hoy en día a resolver con mayor o menor calidad un proyecto que, una vez entregado al cliente, se transforme en un pequeño monstruo capaz de generar situaciones frente a las cuales el ciudadano no pueda por menos que sentirse indefenso, cuando no incapaz de responder con la agilidad y conocimientos que cualquier administración pretende o, lo que es peor, exige.

En consecuencia, se ofrece a los clientes un apoyo que puede ir desde exclusivamente la redacción del proyecto correspondiente, hasta la gestión completa o parcial de la tramitación.

No se olvida, sólo faltaría, el objeto principal de la profesión, sin el cual ninguno de los aspectos colaterales tienen el menor sentido: el proyecto, su génesis, desarrollo y resultado.

Nada nos importa más que la satisfacción del cliente al “usar” el espacio que le hemos proyectado siguiendo sus deseos, sugerencias, necesidades, etc. Nuestra labor, así, consiste en materializar convirtiendo en posible una vivienda en la que sienta que él mismo es el autor y que vive tal y como quiere, dotando a la edificación de la necesaria funcionalidad y de la belleza que debemos a la función social del arte de la arquitectura.